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EN DEFENSA DE JONATHAN FRANZEN y del realismo “lírico”

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Publica Jorge Carrión -el martes (2/04/12) pasado- un artículo en Revista Ñ del periódico argentino Clarín y se hace eco Ivan Thays (un caso interesante de autor más conocido por su blog que por sus libros) aquí para darle la razón.  Lo titula Los modos de la libertad (aquí), y en su tesis denuncia que las novelas realistas son incapaces de describir el mundo de hoy. Para ello elige  la novela de Jonathan Franzen, Libertad (mala, según Carrión), y la compara con El mapa y el territorio de Houellebecq, 2666 de Bolaño y Verano de Coetzee (buenas, según Carrión).

Un inciso: Jorge Carrión –dice su wikipedia- es un escritor español vinculado al afterpop. Lo digo por si prefieren dejar de leer esto y ver las procesiones de semana santa.

-Margaret: ¿Qué es el afterpop?

-Muy sencillo, Daphne. ¿Te acuerdas de la chica yeyé de Concha Velasco? Pues tres cuartos de lo mismo.

Como soy consciente de que en el mundillo literario en castellano nadie va a ponerse del lado de Franzen y del realismo, porque hoy lo políticamente correcto es decir que Foster Wallace es dios y Pynchon su profeta, yo, que me ha tocado quedarme de guardia en el cuartel y estoy aburrida, voy a decir unas cuantas cosas.

Acaba -como conclusión- afirmando Carrión en su artículo:

Por eso el realismo decimonónico o realismo lírico sigue conectando con la parte del cerebro del lector que inyecta tranquilidad en la conciencia, que apacigua la aceleración, que neutraliza el exceso de estímulos y de informaciones que caracteriza nuestras vidas. Porque supone una narrativa con absoluta capacidad de adaptación al medio, que muta ligeramente, asimilando las mutaciones que ya fueron anticipadas por novelas innovadoras cuando han sido consensuadas, asumidas, domesticadas; pero que ante todo hace sobrevivir la vieja idea de que la realidad puede ser leída como un fenómeno centrífugo. Como algo con centro, ordenado, jerárquico. Smith habla de ello mediante dos acertadas preguntas retóricas: “¿Es realmente el modelo más cercano a nuestra condición que tenemos? ¿O simplemente es el cuento que más nos reconforta a la hora de irnos a dormir?”.

(…)

La función del centro de la novela (Libertad) es bajar la voz, tranquilizarnos, acunarnos, desearnos dulces sueños.

Carrión, para llegar ahí, hace trampas.

Primera trampa:

Bien al principio escribe Carrión:

Durante casi setecientas páginas ese triángulo amoroso actúa como motor íntimo de un relato cuya ambición, no obstante, es menos la de explorar la psicología de unos personajes aquejados por la depresión, la necesidad de negociar sus valores personales o la vocación truncada, que la de crear un gran mural histórico de los Estados Unidos en el cambio de siglo. Sus mutaciones culturales, sociales y políticas.

Está Carrión suponiendo (se lee entre lineas) que Franzen lo que quiere es escribir la dichosa (ya estoy harta) GRAN NOVELA AMERICANA. No es cierto. Franzen describe muy bien las dudas y las zozobras de los miembros de una familia. Se adentra como pocos en la psicología de sus personajes y nos inquieta como lectores. También cuenta cómo han cambiado los Estados Unidos, claro, pero todos los datos que ofrece están al servicio de la construcción de los personajes y no al revés.

Segunda trampa:

Escribe Carrión a continuación:

Franzen asume una anacrónica fe en la capacidad del lenguaje para representar el mundo. Sin embargo, la duda está demasiado arraigada en nuestro cerebro lector como para que no aparezca, una y otra vez, con tesón paranoico. Escribir hoy en clave realista es hacerlo con conciencia de Matrix: la máscara del realismo sufre interferencias y por esas ranuras de píxeles asoman las ruinas del propio realismo. Franzen construye su artefacto a sabiendas de esa dificultad: durante casi setecientas páginas tiene que sostener el sentido de la maravilla verosímil, la suspensión del juicio lector.

Da a entender Carrión que Franzen nos engaña a sabiendas. Falso. ¿Foster Wallace o Pynchon consiguen representar mejor el mundo que Franzen? ¡Vamos, hombre! Franzen tiene el valor de seguir luchando. Franzen no ha tirado la toalla como han hecho otros escritores a los que hoy se elogia como los más modernos del barrio. Seguro que Franzen no está contentísimo con su libro. Estoy convencida que como le ha ocurrido a todos los grandes autores de la historia de la literatura no ha llegado a conseguir lo que se proponía, pero ha hecho lo que ha podido y ha tenido la decencia de escribirlo para que lo entendamos todos. Franzen ha sido valiente, no se ha escondido detrás de digresiones interminables e incomprensibles como hacen otros.

Tercera trampa:

Comparar Libertad –para tratar el asunto de la forma y el contenido- con la película La cinta blanca (2009), de Michael Haneke (un coñazo) es una treta barriobajera. El “conservadurismo formal”, digo, no inhabilita a una novela para tratar de la mejor forma posible los contenidos.

Cuarta trampa.

En el epígrafe “Televisión, música y móviles” Carrión, o no se ha leído bien la novela, o está intentando arrimar el ascua a su sardina. Las series de TV (ni los móviles, ni los I-pods, ni la música) no tienen ninguna importancia en Libertad. Qué manía esta de meter por todos lados los aparatejos. El hecho de que Richard sea estrella del rock es solo circunstancial. Podría haber sido actor de teatro clásico. Carrión, coño, olvídate de la modernidad. Esta es una novela sobre personas humanas, ¿entendido? Y como tal en ella se tratan temas universales: amor, celos, educación, egoísmo, muerte, …que hubieran interesado a un señor del siglo XVIII y a otro del siglo XXIII. Nada más y nada menos.

Quinta estupidez, más que trampa:

Haces mal, querido Jorge Carrión, en citar a James Wood porque en su libro Los mecanismos de la ficción (Gredos, 2009) y en sus artículos del The New Yorker desarma bastante mejor que yo -donde va a parar- tus pobres argumentos.

He dicho.

Para más sobre este asunto, ir al blog Bolmangani de José Luis Amores (aquí) que, aunque defiende una postura contraria a la mía, al menos lo hace de forma  honesta, no como Jorge Carrión.



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